• Freddy ha mantenido una férrea batalla contra el cáncer. Nos cuenta cómo sus ganas de combate y el apoyo de la Fundación Javier Merino le han mantenido en pie de lucha

“No podemos encontrar el destino, pero hay que hacer todo lo que está a nuestro alcance para afrontarlo”. Palabras llenas de optimismo de Freddy Hernández, colaborador de El Rosal como chofer repartidor desde hace nueve años y delegado interno de Sindicatos Unidos con México Moderno (SUCOMM).
Su vida cambió a principios de junio de 2024, cuando comenzó a presentar unos síntomas extraños en el estómago. “Voy al seguro y me estaban tratando con otras cosas que nada que ver con mi enfermedad. Fui diagnosticado con cáncer de colon en una etapa 3 fase C, que ya es una etapa avanzada”.
Ahora se encuentra en recuperación, pero el camino ha sido escabroso. “Yo le agradezco mucho a SUCOMM y a la Fundación Javier Merino porque se han hecho presentes y son los que me han respaldado en este caso y me han apoyado”.
Comentó que, como muchos trabajadores, desconocía que pertenecía a un sindicato y las atenciones a las que podía acceder. La urgencia lo llevó a buscar apoyo para comenzar un tratamiento que parecía inaccesible.
“A consecuencia de que te diagnostican, pues, uno escucha la palabra cáncer y se te viene a la mente la muerte. Desafortunadamente, o afortunadamente quizás, soy una persona que trata de ver las cosas de la mejor manera. Nuestro destino está marcado”, externó Freddy.

LA VIDA ES OTRA

“¿Qué fue lo primero que hice? Mentalizarme, verlo positivamente y tener fe de que iba a salir adelante. En esos momentos, quieras o no, se te hace complicado y se te cierra un poco la cabeza”.
Tras el diagnóstico, Freddy se sometió a una cirugía que representó un viacrucis para él y su familia. Padecía una obstrucción de intestino que resultó ser un tumor maligno.
“Saliendo de cirugía, también se me ocasionó una hernia incisional a consecuencia de la herida, que es como de 30 centímetros en el abdomen, entonces, como salí del quirófano con tos, pues en un esfuerzo se me abrió internamente y se me hizo una hernia muy grande en la cual tuve que ser valorado para cirugía.
“Y entonces estoy pasando por lo que es una colostomía, ¿qué es una colostomía?, te cortan un pedazo de intestino donde estaba el tumor, te hacen un orificio en el abdomen que se llama estoma y te colocan una bolsita y por ahí es donde está uno haciendo sus necesidades. Esperemos que en el lapso de un año me vuelvan a evaluar para ver si hay una posibilidad de reconexión y volver a retomar mi vida normal”.

GOLPE DE REALIDAD

Freddy comenzó los trámites para las incapacidades y el pago de las mismas, pero se encontró con la que ya era su realidad: las quimioterapias.
“Iba a ser medicamento tomado e inyectado, y resulta que el seguro estaba en desabasto de pastillas. Dije, bueno, voy a preguntar a la farmacia, ¿no? ¿Cuánto salen? Inconscientemente, porque uno no sabe el valor de ese medicamento. Me puse a investigar y resulta que la caja de pastillas para una quimioterapia, de ocho que tenía programadas, era de 32 mil pesos la cajita. Pues se te viene el mundo encima”.
Las más “baratas” que consiguió fueron entre los 4 mil y 8 mil pesos y así comenzó el tratamiento. Después las obtuvo en el seguro social mientras hubo abastecimiento, porque de nuevo se terminaron y regresó a la búsqueda incesante por fuera.

ACERCAMIENTO A LA FUNDACIÓN

Bajo la situación abrumante, Freddy recordó que el sindicato cuenta con el respaldo de la Fundación Javier Merino y tuvo la confianza de acercarse con la esperanza de que, de alguna u otra forma, obtuviera la ayuda necesaria.
“Contacté a Sol Merino, que es la directora de SUCOMM, no tenía su número, la busqué en Facebook, le mandé un mensaje y me contestó a la brevedad, me dijo ‘no te preocupes, te voy a canalizar con Reyna Calderón, encargada de programas sociales’ y sí, tuve mucho apoyo por parte de Sol y Reyna, que es con quien tengo contacto directo, y me estuvieron apoyando con el medicamento.
Entre lágrimas y la voz entrecortada, reconoció también el apoyo que ha tenido por parte de sus compañeros de trabajo, quienes con despensas, artículos de primera necesidad y transferencias monetarias le han mostrado el cariño y la empatía hacía él y su familia en una etapa que ha marcado por completo su vida.
“La mejor manera en la que yo les puedo decir mil veces gracias es echándole muchas ganas a mi tratamiento, porque sí es difícil vivir con esto, pero no imposible. Estoy muy agradecido con la Fundación y con todos lo que me han ayudado”, expresó.
Freddy reiteró que tanto SUCOMM como la Fundación Javier Merino están para apoyar a los agremiados y sus familias, por lo que invitó a sus compañeros a acercarse con toda la confianza ante cualquier necesidad.
“Todo pasa por algo, nada en esta vida es casualidad. Todo hay que verlo de la mejor manera, positivamente, y echarle ganas, sobre todo tener mucha fe en Dios, que sin él no somos nada”, concluyó.